La vida está sujeta a muchas distracciones y situaciones que debemos enfrentar. Nadie nos enseña a tener un “autocuidado”, entendido como cuidar de sí mismo, es decir tener una responsabilidad propia que tiene repercusiones en el estado de salud y la calidad de vida de las personas.
A veces pensamos que estando pendiente del otro al cien por ciento estamos generando un lazo de amor incondicional a sí mismo. Sin embargo, hay que diferenciar que todas las personas son distintas, y cada estado emocional genera una entropía y a la vez un equilibrio. Si cuido tanto del otro (mi pareja, hijos, amigos, vecinos, etc.) se podría pensar que se está absolutamente íntegro, ya que tengo la capacidad de actuar para el bienestar de quienes son más significativos. Sin embargo, no siempre es así. Practicar el autocuidado es sentir que YO como SER soy prioridad. Es dedicar un tiempo para sí mismo y hacerlo tan importante en el día a día, que te permita ser más feliz y disfrutar a plenitud cada momento.
“Me gusta el silencio, dormir, y leer”, “disfruto de ver cómo los pajaritos cantan y toman agua en una fuente de agua” o “escucho música que me conecta con momentos felices”, esto y más puede ser una forma de darte un regalo propio, que te traslade a tu universo personal para generar esa luz propia que te destaca en sí donde quieras que vayas. Te pregunto: ¿quién más que tú va a cuidar de tu cuerpo emocional?
Te invitamos a reflexionar sobre cómo ir nutriendo el autocuidado, a cocrear lo que sientes y a manifestarlo en los mejores escenarios de tu vida. Es un hábito que te conlleva a sentir plenitud en ello. Recuerda que la “práctica hace el monje”, la vida es tuya y compartida, pero tu autonomía y amor propio parte por ti, para dar y recibir, debemos empezar por nosotros mismos, démonos AMOR y dedicación a nuestro cuerpo, alma y espíritu. Somos UNO.