El biomagnetismo es una terapia en la que se utilizan imanes de mediana intensidad aplicándolos en puntos específicos del cuerpo. Esta terapia se basa en la teoría del par biomagnético descubierta por el doctor Goiz en 1988. Con el uso de estos imanes de mediana intensidad, positivo y negativo, el doctor Goiz descubrió que se podía anular el efecto patógeno de virus, bacterias, hongos y parásitos.
Esta terapia ha demostrado ser tremendamente efectiva para trabajar con enfermedades virales, bacterianas, comunes y complejas, y para mitigar los efectos nocivos en la calidad de vida de enfermedades autoinmunes, incluso ayudando en su proceso de remisión en casos de cáncer.
Sin embargo, el nuevo desafío de los terapeutas de biomagnetismo en este siglo son las enfermedades modernas, cada vez más influidas por el nivel de estrés que implica la vida actual, la alta exposición a las redes sociales y a la información disponible inmediata, y al hecho de no poder desconectar la mente del trabajo, ya que gracias al correo electrónico, WhatsApp y otras herramientas, el trabajo te sigue a tu casa, el fin de semana , en las vacaciones, los días feriados.
Sumado a una alimentación cada vez más deficiente en nutrientes, más alta en grasas trans, en carbohidratos refinados y en comida rápida procesada, se está creando la tormenta perfecta de enfermedades metabólicas, cánceres más agresivos y problemas asociados al aumento del cortisol, la adrenalina, las sustancias irritantes y las ondas electromagnéticas. Esto genera cuadros mucho más complejos que involucran también no solamente aspectos físicos, sino aspectos profundamente neurológicos y emocionales, como la depresión, la ansiedad, el estrés y problemas para dormir.
Pero el biomagnetismo, de la mano de la bioenergética, ha evolucionado y considerando que cada microbio es tan diminuto que muchos de ellos cumplen con la condición para ser considerados desde el punto de vista de la física cuántica como una onda información. Max Planck, uno de los padres de la física cuántica, estableció una unidad de medida mínima que se llama la distancia de Planck, la cual es de 1*10 elevado a menos 27 metros. Cuando un elemento material es menor que esta distancia, deja de obedecer las leyes físicas newtonianas y comienza a comportarse de acuerdo a la física cuántica, es decir, como una onda de información. Los microbios, especialmente los virus, cumplen con esta condición, por lo tanto, pueden ser considerados no solo como algo físico, sino como un campo de información, lo que amplía la aplicación del par biomagnético mucho más allá que las enfermedades tradicionales.
Podemos considerar que un virus, una bacteria, un hongo o un parásito y los pares biomagnéticos que los sostienen son información que nos lleva a entender qué enfermedad o cuadro, ya sea emocional, psicológico o físico, es. Por lo tanto, con bioenergética podemos rastrear esta información, darla con comandos bioenergéticos y usar el par biomagnético de una forma más sofisticada, trabajando en el campo emocional, psicológico, neurológico y de información al mismo tiempo que también trabajamos con bacterias, virus, hongos y parásitos que pueden sostener síntomas físicos.
Este es el nuevo papel que estamos jugando los biomagnetistas, y estamos teniendo cada vez mayor éxito en el resultado de nuestras terapias. En resumen, el biomagnetismo se ha vuelto una terapia muy popular y efectiva para tratar diversas enfermedades y trastornos, pero ahora, con la incorporación de la bioenergética y la física cuántica, se ha vuelto una herramienta mucho más sofisticada y precisa en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades de todo tipo, incluso aquellas que tienen un origen emocional o psicológico.